Prevención es Vida
Por: Wilma Pastrana Jiménez | Primera Dama de Puerto Rico
Cada vez que escucho sobre algún suceso de violencia en el que algún menor pierde la vida, se aflige mi corazón. Me tengo que indignar cuando alguna mujer fallece en un triste y cruel acto de violencia de género. Más aún, pienso en aquellos corazones inocentes que no pueden defenderse de algún depredador desalmado que atenta contra su integridad.
Sufrir e indignarse es de humanos. Nuestra condición espiritual nos expone a sentimientos y sensaciones que sólo Dios permite para ayudarnos a fortalecer nuestro corazón. Sin embargo, no es suficiente.
En su mensaje reciente, la directora ejecutiva de la Entidad de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y el Apoderamiento de las Mujeres (ONU Mujeres), Phumzile Mlambo-Ngcuka, explicaba al mundo la razón apremiante de fomentar espacios en los que se provean las herramientas necesarias para ayudar a prevenir la violencia doméstica.
“Este tipo de violencia no conoce fronteras y afecta a mujeres y niñas de todas las edades, de todos los estratos económicos, de todas las razas y de todos los credos y culturas. Desde las zonas de conflicto hasta los espacios urbanos y los campus universitarios, se trata de violencia que nos obliga a todas y todos a actuar como agentes preventivos de esta pandemia y a tomar medidas ahora”, decía.
Esa, precisamente, es nuestra mejor arma contra cualquier mal que pueda aquejar nuestra integridad como pueblo. La prevención es la clave para continuar fomentando el desarrollo de una vida saludable, en familia y que produzca amor.
Cuando fortalecemos el espíritu de nuestros hijos con acciones sencillas, le estamos ayudando a crecer confiados. Cuando nosotros, los padres y madres, somos los mejores amigos de nuestros hijos e hijas abrimos un mar de posibilidades para que su autoestima se engrandezca y aprendan a enfrentar cualquier situación de riesgo.
Si queremos ser verdaderos agentes de cambio, tenemos que unificar nuestros pensamientos. Tenemos que fortificar los cimientos de nuestras familias y fomentar la comunicación efectiva para todos y todas.
Puerto Rico ha sufrido demasiadas crisis, muchas de las cuales, en su momento, pudieron evitarse a través del diálogo y la unidad de espíritu. Iniciemos una nueva etapa en nuestras vidas.
Actuemos con la urgencia que nuestras nuevas generaciones exigen. Ellos y ellas piden a gritos nuevos y mejores modelos de conducta a seguir.
Seamos el ejemplo vivo de una sociedad que en lugar de lamentarse, actúa de forma firme y contundente a través de sus capacidades y talentos. No nos basta con afligirnos e indignarnos. Hay que levantarse y actuar. Tenemos que amarnos y el amor, al igual que la prevención, produce el mejor resultado: vida.
