
Mensaje del Gobernador del Estado Libre Asociado de Puerto Rico
25 de julio de 2015
Señor presidente del Senado, Eduardo Bhatia, y compañeros senadores y senadoras,
Señor presidente de la Cámara, Jaime Perelló, y compañeros representantes,
Señores ex gobernadores, Rafael Hernández Colón y Aníbal Acevedo Vilá,
Señor ex alcalde de San Juan y ex secretario de Estado, Héctor Luis Acevedo,
Señor presidente de la Asociación de Alcaldes, Rolando Ortiz,
Señor alcalde del pueblo anfitrión, Miguel “Papín” Ortiz,
Un saludo especial, a quien será el anfitrión de esta celebración el año próximo, el amigo y alcalde del pueblo de San Lorenzo, Joe Román Abreu,
Compañeros y compañeras alcaldes y alcaldesas,
Señor secretario de Estado, David Bernier,
Señores y señoras, secretarios y secretarias del gabinete constitucional, y jefes y jefas de agencia,
Queridos compatriotas, amigos y amigas todos,
Desde Sabana Grande, cuna de Luis Negrón López - miembro de la Asamblea Constituyente y gigante de nuestra historia demasiadas veces olvidado - nos toca hoy, a todos los puertorriqueños - no solo a los estadolibristas - celebrar lo que logramos en el ’52. Celebramos hoy aquella unidad de propósito, que llevó a personas de diversos sectores ideológicos a establecer por primera vez en Puerto Rico, un gobierno autónomo y constitucional para dirigir los destinos de nuestra nación.
Quiero referirme a dos puertorriqueños, que entre muchos otros, cimentaron, al firmar la constitu-ción, su legado como miembros de esa generación de compatriotas nuestros, que pusieron a un lado sus diferencias, para poner de frente los mejores intereses del pueblo: don Luis A. Ferré, del entonces Partido Estadista Republicano, y don Lino Padrón Rivera, del Partido Socialista Puertorri-queño.
Mucho se dice sobre el desprendimiento patriótico de Muñoz Marín. Justo es. Muñoz renunció al noble ideal de la independencia impulsado por una honda convicción de que el estatus político debe servir a su gente, y no la gente al estatus político.
Pero Ferré y Padrón Rivera también merecen distinción en el imaginario colectivo de nuestro pue-blo. Ellos, sin renunciar a sus ideales, se supieron capaces de estampar sus firmas sobre un docu-mento que sin duda habrán pensado imperfecto. Habrán sabido las consecuencias de su acto; el riesgo político y electoral al que se enfrentaban al apoyar la gestión de su opositor.
Pero sin duda, sabían también que la encrucijada puertorriqueña en aquel entonces, requería de ellos un acto de unidad y de sacrificio, para que el pueblo de Puerto Rico pudiera obrar - con unidad de propósito - para conquistar desde el corazón de nuestra gente - con soluciones puertorriqueñas, los problemas puertorriqueños.
Como dijera Muñoz sobre la monoestrellada, aquel 25 de julio de 1952, y cito: “Es de todos los puertorriqueños, esa bandera. De todos, sin excepción. […] La rescatamos para la unidad, que, en su libre diversidad de pensamiento, debe presidir la vida de todo buen pueblo. Vemos en ella reflejada, compatriotas, no la desconfianza en otros, sino la confianza y la fe en nosotros mismos, y el respeto fraternal hacia todos.”
Con ese espíritu de unidad, punto de partida de todo un país hace ya 63 años, y con las ventajas únicas del Estado Libre Asociado, el pueblo de Puerto Rico logró mucho. Industrializamos el país, de ser uno de los países más pobres del hemisferio, llegamos a ser de los más ricos. Nivelamos las diferencias socioeconómicas, llegando a tener una clase media robusta y pujante. Desarrollamos infraestructura de clase mundial, educamos a nuestra juventud, y mejoramos la salud y la expecta-tiva de vida de la gente. Y sí, mantuvimos y defendimos nuestra identidad como nación puertorriqueña.
¡Logramos lo que se propuso aquella generación de Muñoz, de Ferré y de Padrón! ¡Lo logramos los puertorriqueños, unidos!
Hoy estamos, nuevamente, ante una encrucijada que marcará para siempre la historia de nuestro pueblo. Los retos del presente solo encuentran paralelo en aquel Puerto Rico que toda una gene-ración de líderes - de diversos sectores - llevaron de la miseria, a una vida digna.
Ante desafíos de proporciones históricas, nosotros a quienes se nos ha confiado el privilegio de dirigir los destinos de este país, debemos aprender de nuestra historia compartida - no de la historia de un partido o de otro - sino de la historia de un pueblo unido en un solo propósito.
Trágicamente, noto en algunos políticos, que ante la realidad extraordinaria que vivimos, han asu-mido una actitud cotidiana. Como de usual, afirman estar dispuestos a trabajar unidos, pero luego viven de la crítica, fomentando la división de siempre de nuestra política partidista.
Mi llamado a los políticos de todos los partidos es uno y es claro: ante retos de proporciones histó-ricas, se requiere de nosotros voluntades de proporciones históricas. Ante una crisis gigante, uni-dad gigante. La patria nos impone a todos el deber de imitar el ejemplo de Muñoz, de Ferré y de Padrón; a que logremos hoy, para resolver los problemas de hoy, la unidad que nos permitió en el ‘52, resolver los problemas del ’52.
Cuando la clase política se limita a nombrar a sus próceres, y no los imita, se sume a sí misma en el caldo de su propia hipocresía.
Tenemos, los puertorriqueños y las puertorriqueñas, el deseo y la capacidad de realizar cambios profundos, que atiendan de una vez y por todas, a largo plazo, los problemas fiscales y económicos del país. Cambios para que el gobierno sea más eficiente y transparente, sin despedir empleados, y al mismo tiempo, exigirle a cada servidor público entrega, reverencia y devoción al ciudadano. Cambios para que la empresa y el ingenio privado puedan tomar un rol más activo en nuestro desa-rrollo, y para que valoremos más el trabajo y le demos la oportunidad a todos y a todas, de ganarse más dinero con el sudor de su frente que con las ayudas públicas.
Tenemos que proponernos cambios profundos. Lo cierto es, que solo hace falta la voluntad de unirnos; de seguir el ejemplo de nuestros antepasados. Decir que la solución a los problemas del presente depende de un cambio futuro en el estatus, desnuda el oportunismo político de algunos que se han olvidado del ejemplo de Muñoz, de Ferré y de Padrón Rivera.
Lo cierto es, que aún si fuéramos un país soberano, como Grecia, o si viviéramos en un estado, como los habitantes de Detroit, en Michigan, nada lograríamos si no estuviéramos dispuestos a unirnos y a plantear soluciones puertorriqueñas a un problema puertorriqueño. Nos toca a nosotros, como nos tocó en el '52. La responsabilidad es nuestra, las soluciones serán nuestras, Puerto Rico es nuestro. Unidos lo hemos hecho antes, unidos lo volveremos a hacer.
Para un país soberano, para un estado, o para el Estado Libre Asociado, la receta para vencer la crisis es la misma: Unidad, compatriotas, unidad. Unidad por nuestras hijas y nuestros hijos. Unidad por el futuro. Unidad por Puerto Rico.
También es necesario reconocer que el ELA tiene que crecer. No puede ser que la Judicatura fe-deral nos niegue la capacidad de legislar para reestructurar la deuda de Puerto Rico. No puede ser que el Ejecutivo federal se niegue a tratarnos en igualdad de condiciones en un programa, como el Medicare, para el cual pagamos en igualdad de condiciones. Y no puede ser que el Congreso obli-gue a que Puerto Rico pague más por los bienes que importamos, con tal de subsidiarle, al país más rico del mundo, su marina mercante.
Pero que quede claro, el ELA, en la búsqueda de su pleno desarrollo, concilia dos de las grandes aspiraciones del pueblo de Puerto Rico: la de proteger nuestra identidad nacional, con la de man-tener una relación estrecha, en unión permanente, con Estados Unidos. No permitiré que se me-nosprecie su dignidad ante otras alternativas, ni que se manche su historia como agente de unidad y progreso. La dignidad de las fórmulas de estatus no surge de planteamientos teóricos, surge de la voluntad de los pueblos expresada en las urnas. Surge de las manos que empuñan los lápices para votar. ¡Eso es democracia, compatriotas!
Yo, por mi parte, creo en el desarrollo pleno del ELA, para actualizarlo a las realidades del presente, tal como en el '52 pudo contra los problemas de entonces. El ELA necesita crecer y culminarse para que pueda continuar siendo ese agente, imprescindible, en la historia de nuestro pueblo; para que no haya duda, que la última fuente del poder público reside en el pueblo mismo - el pueblo de Puerto Rico.
Para lograr ese cambio, debemos ser justos con todos los sectores ideológicos, aun con los que pretendieron, y hoy siguen postulando, excluirnos, en menosprecio claro a la democracia. Como pudimos hacerlo en el '52, debemos, en pleno siglo 21, respetar la diversidad y al opositor, y enca-minar un proceso responsable e inclusivo. ¡Lo debemos hacer, lo podemos hacer, lo vamos a hacer!
Ahora bien, escuchen esto bien claro: heredamos una crisis colosal, que no había heredado go-bierno alguno. Tenemos que atenderla para poder desarrollar al máximo el Estado Libre Asociado, o aun si optáramos por la estadidad o la independencia. Como decimos en el campo, no podemos poner la carreta alante de los bueyes. Para adelantar cualquier fórmula de estatus, tenemos que seguir bajando el crimen y el desempleo, y tenemos que seguir atendiendo la crisis heredada. Las prioridades de mi gobierno están claras: seguir bajando el crimen, seguir creando empleos y seguir atendiendo las finanzas del país. Es los responsable y es la verdad.
Para ello, no podemos dividirnos por líneas ideológicas ni partidistas. Nuestro principal problema es la división, puesto que nos impide atender los demás problemas correctamente. El llamado patriótico es la unidad, compatriotas, unidad. Unidad por nuestras hijas y nuestros hijos. Unidad por el futuro. Unidad por Puerto Rico.
Compatriotas, lo he dicho antes, el presente requiere de nosotros sacrificios. Venir a ofrecerles villas y castillas sería venir a mentirles. Pero estoy convencido de que este es un nuevo momento para Puerto Rico y para los puertorriqueños.
A pesar de la carga fiscal y económica que representa $73 mil millones en deuda heredada, estamos dándoles las herramientas a decenas de miles de empresarios y trabajadores para brillar. La indus-tria turística ha alcanzado niveles históricos, con más cruceros, más cuartos de hotel, más vuelos y más pasajeros. Nuestros agricultores están brillando, con un aumento en la producción de un 24%. La creación de empleos en el sector privado alcanza niveles que no se veían en años, según datos del gobierno federal y del Departamento del Trabajo.
Nuestros policías están brillando, con una reducción histórica en los delitos, particularmente los asesinatos. Nuevas tecnologías como ShotSpotter, le están dando las herramientas a las agencias de seguridad para que la gente viva tranquila en sus hogares. Brillan también las comunidades de inmigrantes en Puerto Rico y la comunidad LGBTT, a quienes les hemos reconocido libertades que son su derecho como seres humanos. Brilla nuestra tierra, con la mayor expansión en terrenos protegidos para fines de conservación ambiental.
Y aquí en el área oeste, un nuevo sector industrial, que en su momento llegará a ser tan importante como el farmacéutico, se establece con la entrada de Lufthansa Technik. La industria aeroespacial está creciendo, y estamos preparando a nuestros estudiantes para que brillen en ella, con nuevas escuelas especializadas en ciencias y matemáticas en Ceiba y Villalba,
Este es el momento de restaurar a Puerto Rico.
Compatriotas, hemos sido capaces, siempre, de superar la adversidad. De hacer de los retos, opor-tunidades para brillar.
Le toca a esta generación de puertorriqueños, ver más lejos, subirnos sobre los hombros de los gigantes de nuestra historia, de Muñoz, de Ferré, de Padrón, e imitándolos en su voluntad de uni-dad, asegurarnos que la estrella de nuestra bandera no se apague, antes bien, brille con mayor fuerza en los rostros de nuestros hijos.
Unidad, unidad, unidad. Ese es nuestro grito ante la crisis, compatriotas. Esa es la convocatoria ante la crisis. Unidad, unidad, unidad, compatriotas. Y que en la búsqueda de esa unidad, Dios los bendiga a todos, y que a la hora de conservarla, habiéndola encontrado, que Dios bendiga a un Puerto Rico unido.
Muchas gracias.