Convivir en paz
Por: WILMA PASTRANA JIMÉNEZ | PRIMERA DAMA DE PUERTO RICO
El pasado 20 de agosto, mientras visitaba la Escuela Carmelo Serrano Cubano en San Sebastián, mi corazón se estremecía al ver el daño ocasionado a una estructura física donde nuestros estudiantes de Educación Especial reciben el pan de la enseñanza y progresan cada día. Afortunadamente, en aquel entonces no hubo una vida trastocada por las llamas que consumieron los pupitres, anaqueles, computadoras, libros y pizarras donde muchos de los pequeños aprenden a escribir su nombre.
El panorama, sin embargo, cambió en sólo una semana cuando regresé al plantel para conocer el alcance de los trabajos de reestructuración y pintura que dos agencias gubernamentales pudieron hacer uniendo esfuerzos. Los niños y niñas regresarían en tiempo récord a sus salones.
Ese mismo día estando en San Sebastián, ocurría otro suceso lamentable. A sólo varios pueblos de distancia, las autoridades daban cuenta del hallazgo de un niño abandonado a su suerte en el interior de un contenedor. Inmediatamente rogué a Dios por la vida del pequeño y por sabiduría para los profesionales que le asistirían en su lucha por sobrevivir el abuso de quien se supone le protegiera. A medida que pasaban los días el panorama era alentador y, hoy, todo un pueblo agradece al Creador por su vida.
A ti, pequeño corazón de nuestro hermoso Rincón, nuestro país te necesita y te apoya. Queremos que te levantes con fuerza y crezcas bajo la cobertura de todo un pueblo que quiere verte sonreir y crecer sano.
Sin embargo, es ese mismo pueblo el que hoy tiene que aprender a amarse y respetarse a sí mismo nuevamente para poder amar y respetar a los demás. Es preciso que retomemos la esencia de la vida misma: el amor, para ganar todas las luchas que como país enfrentamos a diario. Es por medio del amor y el respeto que podremos sanar las heridas y salir adelante como pueblo.
Mientras continuaba mi ruta por las escuelas para llevar los Proyectos de Vida, escuchaba de algunos niños y niñas que fueron atropellados por la violencia de algún conductor negligente que también les abandonaba. De igual forma, me estremecía al saber que una pequeña perdía su vida luego de sufrir el impacto de un ‘four-track’. Ni hablar de la indignación que siente cualquiera que ama a sus hijos cuando escucha que algún menor fue violado y abusado. Ése no es el país que, como mujer, madre y ciudadana quiero para mis hijos.
Puerto Rico, tenemos que comenzar a establecer lazos de amor en nuestras familias, nuestras comunidades y todo nuestro entorno. Nuestros hijos necesitan amor, protección y respeto. Éstas son las buenas semillas que los formarán en ciudadanos responsables y capaces de aportar positivamente a su País.
Hoy más que nunca se hace necesario que meditemos y hagamos una introspección profunda en nuestro corazón. Retomemos el perdón, aprendamos a respetarnos y exijamos cada día la protección de nuestros niños y niñas. Retomemos el palpitar que nos une, reaprendamos a vivir en armonía a pesar de nuestras diferencias, tal como lo hacían nuestros abuelos.
Hagamos de Puerto Rico un enorme espacio de vida donde todos podamos convivir en paz.
Columna publicada en el periódico El Nuevo Día